“La paz esté con todos ustedes”, fueron sus primeras palabras, que hicieron estallar de júbilo a la Plaza de San Pedro, que ya se había comenzado a llenar horas antes, a la espera de la segunda fumata del día, que fue a las 18.07. Es decir, mucho más temprano de lo que se esperaba. Esto significó que León XIV logró reunir en la cuarta votación, la primera de la sesión de la tarde, los 89 votos necesarios para ser ungido Papa. El último papa que fue elegido en cuatro votaciones fue Benedicto XVI, en 2005. Francisco fue electo en 2013 a la quinta votación.
“Queridos hermanas y hermanos, este es el primer saludo del Cristo resucitado, el buen pastor que ha dado la vida por la grey de Dios”, se presentó Prevost, hablando en italiano correctamente, con un tímido acento sudamericano y para nada norteamericano.
“Yo también quisiera que este saludo de paz entre en vuestro corazón, llegue sus familias, a todas las personas, donde quiera que estén, a todos los pueblos, a toda la tierra”, agregó.
“La paz esté con ustedes”, insistió. “Esta es la paz del Cristo Resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante”, siguió, utilizando las mismas palabras de Jesús después de la Pascua, como explicó más tarde el director de la Sala de Prensa, Matteo Bruni.
“[Eso] Viene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente”, añadió, haciendo recordar palabras que solía repetir su antecesor argentino, a quien, enseguida, mencionó. “¡Aún conservamos en nuestros oídos esa voz débil pero siempre valiente del papa Francisco que bendecía Roma!”, clamó, al aludir a ese esfuerzo sobrehumano que hizo su antecesor en su última salida, el domingo 20 de abril, domingo de Pascuas, el día anterior a su muerte.
“El Papa que bendecía a Roma le daba su bendición al mundo, al mundo entero, esa mañana del día de Pascua”, recordó. “Permítanme continuar esa misma bendición: Dios nos quiere, Dios los ama a todos y el mal no prevalecerá”, aseguró, dando el mismo mensaje de esperanza de Francisco.
“Estamos todos en las manos de Dios. Por lo tanto, sin miedo, unidos mano con mano con Dios y entre nosotros, seguimos adelante. Somos discípulos de Cristo con Dios y entre nosotros seguimos adelante. Cristo nos precede. El mundo necesita de su luz. La humanidad necesita de Él como el puente por para ser alcanzada por Dios y por su amor”, afirmó, mostrándose muy espiritual, pero a la vez, concreto.
“Ayúdennos también ustedes, los unos y los otros, a construir puentes, con el diálogo, el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz”, añadió, reflejando, una vez más, otro punto en común con su antecesor, que no se cansaba de llamar a una cultura del diálogo y del encuentro.
Y, a diferencia del decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, que ayer sorprendió al no mencionar jamás a Francisco en la misa “pro-eligendo Pontífice”, de apertura del cónclave, volvió a mencionar a su predecesor.
“¡Gracias al papa Francisco!”, reiteró, al agradecer, también, a todos “los hermanos cardenales que me han elegido para ser el Sucesor de Pedro y caminar junto a ustedes, como una Iglesia unida, buscando siempre la paz, la justicia, buscando siempre de trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros”, sentenció, leyendo un texto.
En una plaza en la que pocos sabían quién era Prevost -la mayoría se esperaba a un papa italiano, pero no al cardenal Parolin, sino al arzobispo de Bologna, Matteo Zuppi, el nuevo Papa hizo saber que es un agustino, “hijo de San Agustín”, que dijo, recordó: “con ustedes soy cristiano y para ustedes obispo”. “En este sentido podemos todos caminar juntos hacia esa patria que Dios nos ha preparado”, siguió.
Como nuevo obispo de Roma, Prevost saludó luego especialmente a la Iglesia de la ciudad eterna. “Tenemos que buscar juntos ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes, el diálogo, siempre abierta a recibir como esta plaza, con los brazos abiertos”, clamó. “Todos, todos aquellos que necesitan de nuestra caridad, de nuestra presencia, el diálogo y el amor”, agregó.
Acto seguido y encendiendo aún más la plaza, el nuevo Papa, que tiene pasaporte peruano porque no sólo fue misionero allí, sino también obispo, durante veinte años, siguió hablando español, su segunda lengua.
“Y si me permiten también, una palabra, un saludo a todos aquellos y en modo particular a mi querida diócesis de Chiclayo, en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo”, dijo, enloqueciendo a los miles de latinoamericanos presentes, entre los cuales muchísimos argentinos con banderas.
“A todos ustedes, hermanos y hermanas de Roma, de Italia y de todo el mundo, queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cerca especialmente de aquellos que sufren”, continuó, sin dejar duda alguna que su elección fue la gran apuesta de aquellos cardenales que buscaban a alguien que siguiera los pasos de Francisco.
León XIV, que demostró ser otro devoto de la Virgen, terminó recordando que “hoy es el día de la Virgen de Pompeya”. “Nuestra Madre María quiere siempre caminar con nosotros, estar cerca, ayudarnos con su intercesión y su amor. Entonces quisiera rezar junto a ustedes. Recemos juntos por esta nueva misión, por toda la Iglesia, por la paz en el mundo y le pedimos esta gracia especial a María, nuestra Madre”, dijo, al pronunciar luego, junto a las miles de personas de la Plaza, el Ave María.
Entonces la plaza volvió a vibrar y muchos sintieron un escalofrío similar a cuando el 13 de marzo de 2013 Francisco, junto miles de personas, hizo rezar un Padre Nuestro.
Finalmente, impartió su primera bendición “urbi et orbi”, a la ciudad y al mundo, visiblemente emocionado, pero sin quebrarse.