Tiene 90 años y todos los días hace dos horas en bicicleta para visitar a su esposa enferma

Peter recorre 16 kilómetros ida y vuelta para ver a la mujer con la que estuvo casado durante 63 años. Ella casi no lo reconoce, pero él no se desanima: "Quiero verla, escuchar su voz. Todavía estoy enamorado de ella y cada vez que vuelvo a casa es un momento triste".

Un hombre de 90 años es el protagonista de una conmovedora historia de amor y compañerismo. Todos los días se sube a su bicicleta para visitar a su esposa, que está internada en un geriátrico.

Llueva o truene, haga frío (como casi siempre) o calor, Peter Burkhardt recorrre una hora de ida y otra de vuelta para estar con ella. «Quiero ver a mi esposa y estar con ella. Estamos casados desde hace 63 años, es lógico querer estar juntos», dijo al ser entrevistado por un canal de televisión holandés.

Su esposa está en el hogar de ancianos de Apeldoorn, en los Países Bajos, que se encuentra a unos 16 kilómetros de la casa de Peter en Diepenveen, pero eso no le impide hacer el viaje en bicicleta dos veces al día.

En declaraciones al medio holandés Destentor, Peter dijo: «El frío no me molesta y con la lluvia siempre puedes ponerte una buena campera. Si el día es realmente malo, me tomo un taxi y alguno de mis hijos me traerá de vuelta. Así que siempre llegaré a mi esposa».

 

Peter realiza esta visita desde hace 7 años: «Ya lo he normalizado. Solo quiero estar con ella todos los días. Simplemente no puedo dejar de extrañarla. Lo hice en auto por un tiempo. Pero incluso entonces lo alternaba con la bicicleta».

Según un cálculo aproximado, con sus visitas diarias ya recorrió un total de 40 mil kilómetros: «Espero poder seguir haciéndolo», dice Peter con simpleza.

Lamentablemente, su esposa no es completamente consciente de lo que él hace por ella todos los días, pero eso no significa mucho para Peter. «Creo que no me reconoce y no sabe lo que hago todos los días», dijo Peter sobre si su esposa sabe de sus viajes en bicicleta. «Pero cuando vuelvo, me doy cuenta de que me da un abrazo muy agradable».

Para Peter no hay mucho misterio: «Quiero verla, escuchar su voz. Cuando entro en el hogar de ancianos, inmediatamente sé dónde está», dice Peter. «Ella ya no es la misma que era. Pero todavía estoy enamorado de ella. Cada vez que vuelvo a casa, creo que es un momento triste».

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