Brigitte Bardot, ícono del cine y defensora acérrima de los derechos de los animales, murió este domingo a los 91 años, anunció la fundación que lleva su nombre.
La actriz francesa participó en cerca de 50 películas y dejó dos escenas legendarias: un mambo febril en un restaurante de Saint-Tropez («Y Dios creó a la mujer», 1956) y un monólogo en el que enumeraba, desnuda, las diferentes partes de su cuerpo, al comienzo de «El desprecio» (1963).
Sin embargo, ser comercializada despiadadamente como un símbolo sexual hedonista fue algo que ella llegó a detestar.
Con los años, Bardot vio frustrada su ambición de convertirse en una actriz seria y abandonó tempranamente su exitosa carrera para dedicarse a la defensa de los derechos de los animales.
Años después, su reputación se vio dañada por proferir insultos homofóbicos y fue multada en múltiples ocasiones por incitar al odio racial.
Además, solía hacer mordaces comentarios sobre el feminismo y la inmigración, defendiendo abiertamente las ideas de la líder de extrema derecha francesa Marine Le Pen.
Su hijo también la demandó por daños emocionales después de que ella dijera que hubiera preferido «parir a un perrito».
Fueron profundas cicatrices en la memoria de un ícono que, en su mejor momento, puso el bikini, el deseo femenino y el cine francés en el mapa.
La existencialista Simone de Beauvoir la describió como un icono de la «libertad absoluta», elevando a Bardot a la categoría filosófica.
Después de casi 50 películas, anunció que se retiraba para dedicar su vida al bienestar animal en 1973.
Recaudó 3 millones de francos para crear la Fundación Brigitte Bardot, subastando sus joyas y recuerdos cinematográficos.


















































