Nepal vive su semana más convulsionada en décadas: los disturbios iniciados el lunes dejaron al menos 51 muertos, más de 12.500 presos fugados y la renuncia del primer ministro Khadga Prasad Sharma Oli, quien abandonó el cargo el martes en medio de protestas masivas contra la corrupción y la censura digital.
El portavoz policial Binod Ghimire confirmó que los reclusos escaparon de distintas cárceles durante el caos. Hasta este jueves, más de 200 fueron recapturados, en un operativo desplegado en todo el país.
Las manifestaciones comenzaron tras el bloqueo de 26 redes sociales, incluyendo Facebook, YouTube y X, lo que fue interpretado como un acto de censura. A la medida se sumaron denuncias de corrupción viralizadas en TikTok bajo la campaña “Nepo Kid”, que expuso a la élite política local.
Durante la jornada más violenta, el martes, manifestantes incendiaron la sede del Parlamento, edificios públicos y privados, vehículos y la residencia de varios dirigentes políticos, entre ellos la del propio ex primer ministro, la del presidente Ram Chandra Poudel, la del líder del Congreso Nepalí Sher Bahadur Deuba y la del ministro del Interior Ramesh Lekhak. También fue atacada una escuela privada propiedad de la canciller Arzu Deuba Rana.
En su carta de renuncia, Oli aseguró: “He dejado el cargo para dar pasos hacia una solución política y la resolución de los problemas”. Sin embargo, la violencia continuó y obligó al Ejército a tomar el control de Katmandú, imponiendo un toque de queda que se mantiene parcialmente.
Los destrozos alcanzaron incluso al Ministerio de Sanidad, cuya histórica sede quedó destruida por el fuego, obligando al personal a trasladar sus operaciones a un hospital.
Actualmente, las negociaciones para superar la crisis se desarrollan entre la cúpula militar, colectivos juveniles y el presidente Poudel, con el objetivo de nombrar a un primer ministro interino y trazar una hoja de ruta política que pacifique al país.