Historia de un Pueblo: Juan de la Cruz Sarmiento, “El Ñato Sarmiento” – 1° Parte
A través de la narrativa, intentaremos destacar acontecimientos históricos. Para ello, hemos accedido a distintas fuentes de información, desde los relatos de personas, documentos escritos, imágenes y objetos, que dan cuenta de nuestra historia, la de San Pedro de Jujuy. Nuestro intento es compartir hechos pasados y vividos, para que no se pierdan en el tiempo.
Las «almitas milagrosas» son, en el contexto de la región de Jujuy, las almas de personas fallecidas y veneradas por la creencia popular en su capacidad para conceder favores y milagros. Estas almas -a menudo con historias trágicas o de sufrimiento- se convierten en figuras de culto y devoción, a las que se pide intercesión por salud, protección o para la resolución de problemas.
El Ñato Sarmiento fue un ladrón rural que actuó en la década del 20. Salteño de origen, su radio de acción fueron las provincias de Salta y Jujuy.
Era un atracador solitario, un hombre rebelde, de andar a caballo y colado en los trenes de carga, asaltante y cuatrero. Sus fechorías se orientaban fundamentalmente a los ricos, y hasta se decía que era generoso con los pobres.
Siempre contaba con la complicidad de la gente humilde para esquivar a la policía, de por sí bastante primitiva en ese tiempo. Tenía muy buenos aguantaderos y algunos contactos con “los de arriba”, Con todo esto a favor, su captura era difícil y si sucedía, no permanecía mucho tiempo entre rejas. Por una cosa u otra, en días estaba libre. Tenía numerosísimas entradas.
En la zona de San Pedro, se le había ido la mano en el pillaje: Comerciantes, hacendados, el ingenio y hasta el FFCC estaban preocupados e indignados por lo atrevido de sus fechorías.
Era el tema obligado de las charlas de café y todo lugar donde hubiera reunión. El meterse con el Ingenio fue su perdición; todo indicaba que nadie lo salvaba de caer y Sufrir condena:
-Hasta Ushuaia este sinvergüenza no debe parar, sentenció el administrador de la Compañía. Esto quizás hubiera sido difícil, pues el ‘Nato” que era rebelde, pendenciero, ladrón “nunca había matado a nadie”, según comentaban los lugareños.
Por un alcahuete y un buen cerco policial, el “Nato” fue atrapado en un rancho de San Lucas. El destino quiso, que Saúl Echenique fuera por ese entonces comisario de San Pedro. Él, ¡nada menos que él!, que tantas veces había dicho: ¡Cómo quisiera ser comisario, aunque sea 24 horas, para poner en vereda a tantos malandrines, en especial al “Ñato” ése!
La política y un reemplazo casual, le dio el gusto, la oportunidad de ser comisario en ese preciso momento.
El “Nato”, entre rejas en la vieja comisaría de San Pedro, donde hoy se levanta el flamante edificio de la escuela Unión Lationamericana, Aristóbulo del Valle y Rogelio Leach, ya llevaba 10 días preso y los contactos no podían hacer nada. Ni miras que lo larguen. El Ingenio sin duda, había tomado cartas en el asunto y la cosa se le hacía difícil.
Cuando le llevaban la comida, iban juntos: el accidental comisario, que siempre hacía algún comentario agresivo, al que Sarmiento no respondía, pero su rostro lo expresaba todo; el chofer de la policía y un cabo bravo como el ají. No sea cosa que el “Nato” los sorprenda con una de sus mañas.
En una de esas visitas el “Ñato” los encara:
— Y cuánto tiempo me van a tener preso?
— Hasta que te mueras! le contestó Saúl, seguro con su Colt 45 en la cintura.
— No! Ustedes están en p… Yo voy a salir en cualquier ratito nomás, y los que van a morir son ustedes, ¡los tres!
Un escalofrío les corrió por el espinazo y tuvieron miedo. Bien sabían que el “Ñato” cumplía sus promesas, y que era un forajido de ley.
Fuente: Juan Carlos Giménez, Pregón Dominical, año 1982