Engström, un publicista que trabajaba cerca del lugar del crimen, se movía en círculos contrarios al primer ministro sueco. Se suicidó en el año 2000. La muerte de Palme, recordado por su legado progresista, conmocionó al mundo entero por el misterio que ha rodeado el caso durante 34 años.
411 meses después de que el primer ministro sueco Olof Palme fuese asesinado en plena calle en Estocolmo, el fiscal jefe Krister Petersson ha anunciado que el autor del misterioso magnicidio fue «con toda probabilidad» Stig Engström, más conocido como Skandiamanden, el «Hombre de Skandia», un lobo solitario que trabajaba como publicista para la compañía de seguros Skandiahuset y que odiaba a Palme por considerarlo excesivamente izquierdista.
La noticia ha sido recibida en Suecia como un verdadero anticlímax, ya que gran parte de las informaciones presentadas por el fiscal eran conocidas desde hace tiempo. No se han presentado ni el arma utilizada, ni pruebas técnicas, ni muestras de ADN, sólo nuevas entrevistas con testigos de una tragedia ocurrida hace más de tres décadas. «Es lo más cerca que llegaremos de la verdad», ha comentado con resignación el actual jefe del Gobierno sueco, el también socialdemócrata Stefan Löfven. «Se cometieron muchos errores en el principio de la investigación. Es un trauma, una herida abierta, que no obtengamos una respuesta definitiva. Un misterio sin solución».
Engström fue siempre uno de los principales sospechosos, pero nunca fue acusado formalmente. Se suicidó en 2000, razón por la cual, al resultar imposible un juicio, Petersson ha declarado que la investigación se da por cerrada. Una investigación tan deficiente que en Suecia se la denostaba como «la peor y más costosa de todos los tiempos». Con un coste total de unos 57 millones de euros, que termine ahora con Engström como protagonista no resulta ninguna sorpresa: el periodista Thomas Pettersson ya llegó a la misma conclusión en 2018 tras llevar a cabo durante años sus propias pesquisas para la revista Filter.
Palme fue tiroteado a las 23.21 horas del 28 de febrero de 1986 cuando regresaba andando a casa junto a su esposa, Lisbet, tras ver la comedia sueca Bröderna Mozart (Los Hermanos Mozart) en el Grand Cinema de la capital. Iba sin escolta por decisión propia y fue alcanzado en la espalda por un único disparo. Se derrumbó allí mismo, en la intersección entre Sveavägen y Tunnelgatan, y fue declarado muerto media hora después en el Hospital Sabbatberg.
El asesinato de Palme ha sido durante décadas una cuestión que ha dividido al espectro político sueco. La derecha defendía la idea de que el autor fue probablemente un psicópata que actuó en solitario. Esta tesis fue la que llevó a acusar y condenar a un delincuente habitual llamado Christer Pettersson, que además fue supuestamente reconocido por Lisbet Palme en una ronda de identificación llevada a cabo en una comisaría de Estocolmo. Pettersson fue condenado a cadena perpetua en 1989, pero la pena se anuló en apelación un año más tarde por falta de pruebas
La izquierda, en cambio, imaginaba poderosas fuerzas clandestinas de extrema derecha, quizá incluso infiltradas en la Policía o las Fuerzas Armadas. Abundaron las teorías conspiratorias, que apuntaron a responsables tan diversos como el racista régimen del apartheid sudafricano, que tenía en Palme a uno de sus principales críticos europeos, o al izquierdista Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), presuntamente insatisfecho con las trabas que le ponía el primer ministro.
Al final, el «Hombre de Skandia» supone una especia de solución intermedia. Habría sido, efectivamente, un asesino solitario que actuó por iniciativa propia, pero que también tenía contactos dentro de lo que en Suecia se ha denominado el Palmehad (Odio a Palme), grupos más o menos ultraderechistas que se caracterizaban por su profunda aversión al político socialdemócrata. En este sentido, uno de los jefes de Engström en Skandiahuset era miembro de Stay Behind, una red secreta con ramificaciones en toda Escandinavia que debía organizar la resistencia en caso de que la Unión Soviética ocupara Suecia.
Durante la investigación, se comprobó que Engström había estado como máximo a 20 metros por detrás de los Palme cuando se perpetró el asesinato. Se sabía que frecuentaba a oficiales del Ejército que consideraban al primer ministro un agente soviético y que no ocultaba en absoluto su odio hacia él. Era experto en el manejo de las armas y uno de sus amigos poseía cinco pistolas como la que se utilizó para el crimen.
Los indicios parecían aplastantes, pero el responsable de la investigación por aquel entonces, el comisario Hans Holmér, un simpatizante socialdemócrata que prefería la pista kurda, descartó a Engström por una razón muy sencilla: sospechaba que era homosexual. Aunque casado con una mujer, un hombre tan afeminado no podía haber cometido el asesinato.