A medida que se acerca la fecha de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, se van multiplicando los focos de la protesta racial, con disturbios, saqueos e incendios a ambas costas del país, de Oregón a Nueva York. Un nuevo punto de conflicto y enfrentamientos violentos con la Policía es Kentucky, un bastión republicano, donde en marzo murió en un registro policial Breonna Taylor, una mujer de raza negra de 26 años cuyo nombre se ha convertido, junto con el de George Floyd, en símbolo y mantra de estas protestas.
En Kentucky, donde el sábado se celebró sin público el célebre derby, hubo manifestaciones por la tarde que en la noche se convirtieron en forcejeos con la Policía y asedio a edificios municipales. En Louisville, la mayor ciudad del estado, varias milicias armadas, simpatizantes en parte del presidente Donald Trump y defensoras de la Policía, se enfrentaron a los manifestantes contra el racismo y la brutalidad policial, agrupados en torno al lema «Black Lives Matter» o «Las vidas negras importan».
Como en Portland (Oregón) o Kenosha (Wisconsin), los choques entre manifestantes por un lado y milicias armadas se ha convertido en un polvorín que tiene a la policía en guardia. En Kenosha murieron a finales de agosto dos personas en un forcejeo con un menor de edad armado, que ya ha sido detenido. En Portland perdió la vida el fin de semana pasado un integrante de una milicia armada a manos de un militante de extrema izquierda que después fue abatido por policías al resistirse a ser detenido en el estado de Washington.