La pandemia de Covid-19 ya causó más de 124.600 muertes en el país, el segundo más afectado en el mundo.
Brasil superó este jueves los cuatro millones de contagios de coronavirus desde el inicio de la pandemia, a fines de febrero, aunque registra tímidas señales de ceder después de haber causado más de 124.600 muertes.
En las últimas 24 horas se contabilizaron 43.773 nuevos infectados, de tal modo que la cifra acumulada de contagios ascendió a 4.041.638. Asimismo hubo 834 víctimas fatales y con ello el total trepó a 124.614, informó el Ministerio de Salud.
Tras varios meses en una meseta con un promedio diario de más de 1.000 muertos, Brasil registra desde fines de agosto una leve disminución y computó en la última semana una media de 874 muertes y unos 40.000 contagios cada día.
El gobierno de Jair Bolsonaro afirma que los números revelan una «caída» en la curva del coronavirus, pero los especialistas independientes sugieren cautela, toda vez que en otros países se registraron rebrotes de la enfermedad.
Por ser un país de dimensiones continentales, la curva nacional debe ser leída como un «resumen de 27 epidemias diferentes», una por cada estado de Brasil, dijo a la agencia AFP el epidemiólogo de la Universidad de Brasilia Mauro Sanchez.
«En los últimos dos meses vimos una curva que mezcla regiones en aumento (sur, centro-oeste o el interior de los estados de San Pablo y Minas Gerais) con otras en retroceso», como las ciudades de San Pablo y Río de Janeiro, ejemplificó Paulo Lotufo, profesor de Epidemiología en la Universidad de San Pablo (USP).
Ambos especialistas coinciden en que todo puede desmoronarse si los gobiernos locales y regionales ceden a presiones de grupos económicos para promover una reapertura indiscriminada en Brasil y se abandonan las medidas individuales de protección ante el coronavirus, como se observó el pasado domingo en las playas de Río de Janeiro, atestadas de personas sin barbijo.
Brasil enfrentó la pandemia de coronavirus sin una estrategia coordinada. El presidente Jair Bolsonaro saboteó las medidas de aislamiento impuestas por los gobernadores, por considerar que se trataba de un remedio «peor que la enfermedad» y que el país debía «volver a la normalidad» para no perjudicar la economía.
Su postura provocó la caída de dos ministros de la Salud que discrepaban con su manejo de la crisis y su promoción de la hidroxicloroquina como tratamiento, pese a la ausencia de evidencias científicas sobre su eficacia.